Hablando de edulcorantes: mitos y verdades; de la mano de la Dietista-Nutricionista Naila Martinez, especializada en nutrición clínica, pediátrica y deportiva.
Son muchas las personas que consumen alimentos edulcorados como la estevia, la sacarina, el ciclamato, la sucralosa o l’aspartamo, en un intento de reducir la cantidad de azúcar que consumen. Pero con los años ha surgido la preocupación sobre si son seguros o no para la salud. En esta Talk, Naila Martínez nos descubrió cuáles son las polémicas entorno a su uso y qué dicen los estudios científicos.
La nutricionista explicó que, según la Organización Mundial de la Salud, el consumo excesivo de azúcares añadidos a los alimentos y/o bebidas está relacionado con el incremento de triglicéridos en sangre, el sobrepeso y la obesidad, la desmineralización ósea y la diabetes tipo. Por lo tanto, parece ser que la mejor alternativa es sustituirlo por edulcorantes… ¿no?
Con una historia de casi un siglo en la alimentación, pese a las controversias que se reanudan periódicamente, lo cierto es que no se registran suficientes evidencias científicas en su contra dentro del rango de la ingesta diaria admitida.
A modo de ejemplo, la ponente explicó que la sacarina fue el primer edulcorante artificial. Es 3 a 5 veces más dulce que el azúcar (sacarosa) y es frecuentemente usada para mejorar el sabor de las pastas dentales, alimentos dietéticos y bebidas dietéticas. En 1960, un estudio mostró que altos niveles de sacarina podrían causar cáncer de vejiga en ratas de laboratorio, pero este efecto es producido por un mecanismo que no se encuentra en humanos. La conclusión de la Agencia Internacional de Investigación en Cáncer fue que “la sacarina no es clasificable como carcinogénico para los humanos”.
Naila Martínez concluyó que los edulcorantes alternativos se pueden utilizar en dietas hipocalóricas para la pérdida de peso, se pueden utilizar también para endulzar alimentos que consumirán personas con diabetes, pero lo ideal es reducir de forma progresiva el azúcar que añadimos (al café, leche, infusiones, yogur…) y que el 80% de los productos que consumamos sean frescos y, respecto al resto, es importante que leamos las etiquetas al comprarlos para identificar los azúcares añadidos.
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