Es primavera, y con ello temporada de ajetes, un superalimento que cuenta con un sinfín de propiedades nutricionales y beneficios para nuestra salud. Descúbrelas en este post.
El origen del cultivo del ajo es muy antiguo, y no se sabe con seguridad de dónde procede. Se cree que es originario del Suroeste de Siberia. Era muy apreciado por egipcios, griegos y romanos, que lo consideraban una excelente medicina. En la Edad Media fue considerado remedio y protección contra las pestes y las epidemias. A partir del siglo XVII el ajo fue consumido sólo por las clases bajas, ya que la alta sociedad lo rechazaba por su olor. En la actualidad es muy apreciado como condimento, y se cultiva en casi todo el mundo, principalmente en Asia.
El ajete pertenece a la familia de las liliáceas, como la cebolla y el puerro. Es la planta joven del ajo que puede encontrarse a finales de invierno y principio de la primavera. La parte inferior del ajete, el bulbo, suele ser de color blanquecino, rojizo o morado y las hojas son tersas y de un color verde intenso.
Propiedades nutricionales
Su composición nutricional es muy similar a la del ajo, pero menos concentrado por su contenido en agua. Contiene pequeñas cantidades de hierro, silicio, azufre, yodo, manganeso selenio y vitaminas B1, B2, B6 y C.
Las excelentes cualidades diuréticas, depurativas, antisépticas y antibacterianas del ajo son ampliamente conocidas y divulgadas. De hecho, se ha utilizado desde muy antiguo en el tratamiento de diversas afecciones.
Para empezar, el consumo frecuente de ajo provoca la vasodilatación, es decir, el aumento del diámetro de los vasos sanguíneos, por lo que la sangre fluye con más facilidad y disminuye la presión, con lo que mejora la circulación sanguínea.
Además, un estudio de la Universidad de Carolina del norte en Chapell Hill, muestra que las personas que consumen ajo con regularidad reducen a la mitad el riesgo de padecer cáncer de estómago y un tercio el de cáncer de colon en comparación con las personas que consumen poco ajo. Los científicos creen que es debido a que está compuesto por antibacterias que actúan contra otra bacteria, la Helicobacter Pylori, que se encuentra en el estómago y estimula el cáncer.
Y para acabar, consumir ajo de forma habitual, además, estimula las mucosas gastrointestinales, provocando así un aumento de las secreciones digestivas y de la bilis. Esto se traduce en una mejor preparación del tracto digestivo para la digestión de los alimentos.
En el mercado
La mejor temporada del ajo tierno es de abril a junio, momento en que lo encontramos con mayor facilidad en los mercados. Debemos escoger aquellos ejemplares de consistencia firme, con el bulbo de color blanquecino y hojas de color verde intenso. Rechaza aquellos que muestren marcas y hojas de tonos amarillentos.
Una vez en casa, la mejor manera de conservarlos es en un recipiente o envoltorio que lo aísle del resto de los alimentos en el frigorífico.
En la cocina
Los ajos tiernos o ajetes, con un aroma y sabor menos concentrado que el del ajo maduro, confiere un sabor más suave en los platos en los que utiliza como ingrediente. Podemos preparar con ellos múltiples recetas, des de revueltos, tortillas y tempuras. Se pueden añadir también a guisados, sofritos para añadir sabor o simplemente como guarnición.
Si el olor y gusto del ajo te resultan intolerables pásate a su versión light, los ajetes. Con casi las mismas propiedades, pero con un sabor más suave y agradable son un tesoro nutricional. Contienen sustancias que protegen la salud en general y encima en la cocina combinan con casi todos los tipos de alimentos.